Las siglas BDSM se despliegan en varios significados: BD (Bondage),
B&D (Bondage y Disciplina), D/S (Dominación y Sumisión) y SM
(Sadomasoquismo). Definen una relación estructurada a menudo en torno
al contexto del uso del poder, que cuando se da entre dos personas,
determina la existencia de un papel de "amo" y otro de "esclavo". Hay
que destacar que esto se produce de forma consensuada; aunque muchas
prácticas se considerarían en contextos distintos como desagradables
(dolor, servidumbre y juegos de poder), una de las máximas en el BDSM
es SSC; "Seguro, Sano, Consensuado". Buena parte de la relación va a
consistir en un juego de poder y dominio, en el que una persona ofrece
su autonomía personal a la otra; se determinan previamente los
límites, y palabras o gestos clave para cesar la escena en caso de que
alguien no desee continuar. Es bastante habitual, que se firme un
"contrato", en el que se dejan claros los límites --y que sirve a la
vez como parte del "fetichismo" en torno al BDSM, puesto que se trata
de un contrato de servidumbre.
El BDSM puede ser un mundo absorbente, incluso para algunas personas
un giro muy fuerte en sus vidas. Un factor se encuentra como es lógico
en la escasa aceptación social y el alejamiento cultural de esta
práctica, al que se añade cierto carácter "adictivo" debido a la
fuerza de la experiencia.
Esta figura es la que controla a la persona sumisa; es sencillo que
las motivaciones para representar este papel puedan percibirse como
realmente cuestionables, puesto que una buena parte se basa en el
ejercicio del poder y actos en que se inflige dolor. Se trata de una
posición que se considera peligrosa por ejemplo en situaciones
psicológicas del dominante como una baja autoestima que haga arrojar
las frustraciones sobre el otro; es decir, se intenta marcar con mucho
énfasis una diferencia entre el "amo" (que ha de llevar a cabo una
labor compleja) y el puro sádico.
Se considera que el amo ha de cuidar al sumiso y comunicarse con él,
ya que este último le está entregando el mayor regalo que podría
hacerle, extremadamente bello si se sabe apreciar; esa misma sumisión
a sus deseos,... y así, el amo también ha de saber cómo compartir
aquello que le ha sido dado, cómo tratar a la persona que se ha
entregado. Su objetivo no es que la obediencia surja de un temor al
castigo, sino que lo haga a partir del deseo de complacer al
dominante, y de una confianza suficiente como para entregar a ciegas
su voluntad; del mismo modo que el sumiso ha de llevar a cabo una
entrega física y psicológica y no un proceso de autodestrucción.
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